Ricardo Olín
A pesar de los obstáculos a los que las mujeres han tenido que enfrentarse en Afganistán, la pasión por el balón les ha llevado y permitido crecer, no solo como deportistas, sino como personas. Y un nombre obligado al momento de hablar de futbol femenil y lucha por los derechos de las mujeres, es el de la afgana Khalida Popal.
Popal es la fundadora y capitana de la primera Selección Afgana Femenil de futbol (equipo formado en 2007) y una de las principales impulsoras del balompié en dicho país. Khalida comenzó a jugar futbol cuando era pequeña y aprendió a compartir el balón con sus hermanos, además, encontró en ese deporte una forma para escribir su propia historia. A pesar de la situación cultural de Afganistán y el régimen talibán bajo el que vivía, Popal recibió apoyo total de su familia para continuar con ese sueño a partir del balón: ser futbolista.
“Animé a otras chicas a jugar conmigo. Así es como empezó todo. Pronto fuimos suficientes para formar dos equipos y empezamos a organizar partidos. No nos planteábamos que eso pudiera resultar mal visto o tener consecuencias, solo queríamos disfrutar del juego y de la vida. ¡Éramos niñas!”. Explicó Khalida en una entrevista de 2019.
El futbol femenil como herramienta
Khalida Popal, junto con sus amigas, encontró el sitio para jugar y divertirse: el patio trasero de la escuela, el cual era poco visible desde afuera, pues había muros alrededor que lo cubrían, lo que ayudaba a que no fueran increpadas, castigadas y humilladas.
“Lo pasábamos tan bien que gritábamos y reíamos, y así es cómo se descubrió que jugábamos futbol. Y cuando eso se supo fuera del colegio, los profesores empezaron a ponernos obstáculos para seguirlo haciendo y también comenzaron a maltratarnos. A mí me pegaron y me insultaron delante de toda la clase por jugar futbol, y yo no entendía qué había hecho mal.
Nos comenzaron a acosar grupos de hombres afuera de la escuela, pues no querían que jugáramos futbol Se plantaban delante de nosotras y nos insultaban, nos llamaban prostitutas y nos decían que teníamos que estar en la cocina y buscar un marido”, comentó Popal en la misma entrevista.
El exilio para seguir luchando
Pese a todo ello, Khalida se dio cuenta que el futbol ya no era solo un deporte o diversión, sino que podría funcionar como una estrategia para visibilizar a las mujeres. Así que ella, junto a sus amigas, comenzaron a utilizar el balón para fortalecer a las mujeres, defender la igualdad y los derechos humanos.
Tras la caída de los talibanes, las cosas fueron cambiando, si bien no por completo, las mujeres obtuvieron y lucharon por sus derechos. En ese mismo sentido, Popal continuó corriendo con el balón y, en 2007, nació la primera Selección Afgana Femenil de futbol. Por primera vez, los hombres estaban conviviendo con mujeres que luchaban por sus derechos y que trabajaban duro para desarrollar el futbol femenil, además, claro, de tener mayor participación en la sociedad. Sin embargo, el desenlace de la historia no fue el esperado.
Khalida Popal comenzó a recibir advertencias para que se alejara de un deporte de hombres, después le siguieron las amenazas de muerte. Incluso llegó a ser atacada a golpes. Decidió dejar su país, lo que implicó alejarse de su familia, amigos, trabajo, carrera, además de los programas y actividades que había creado para otras mujeres.
“El sexismo está relacionado con la historia de Afganistán, es una cultura hecha por hombres. Las mujeres que crecen ahí y que nunca han conocido nada más, es como si les lavaran el cerebro, por eso hay están en contra de otras mujeres, por la ideología. Es un problema de raíz”, llegó a comentar Khalida.
Se fue de Afganistán en 2011, lleva 11 años fuera de su país, sin embargo, no ha dejado de luchar. Creó Girl Power, organización que busca ayudar a refugiados a través del futbol y de otros deportes, con la intención de lograr su integración social. Además, tampoco abandonó a sus compañeras de selección, pues incluso, a la distancia, comenzó a utilizar los medios de comunicación para denunciar los abusos a los que fueron y estaban siendo expuestas.
¿Qué sucederá con el futbol femenil en Afganistán?
Con el regreso al poder de los talibanes, parece que la violación sistemática a los derechos de las mujeres tomará aún más fuerza. Y, por supuesto, esto terminará impactando de alguna u otra manera en el balompié femenil. Khalida Popal ha dejado claro que no todas las futbolistas que pertenecen a la Selección Afgana Femenil de futbol viven en Afganistán, pues, precisamente por los ataques recibidos por hombres, algunas decidieron refugiarse en otros países, mientras que otras aún permanecen en el país.
Khalida Popal comentó que en agosto de 2021 recibió llamadas, mensajes de texto y de voz de sus compañeras, quienes temían por su vida debido a los talibanes, pues al final, ellas también formaron parte de esa lucha por los derechos de las mujeres a partir del balón.
“Las he alentado a que eliminen sus canales de redes sociales, fotos, que huyan y se escondan. Me rompe el corazón debido a que todos estos años hemos trabajado para incrementar la visibilidad de las mujeres y ahora le estoy diciendo a mis mujeres en Afganistán que se escondan y desaparezcan. Sus vidas están en peligro”. Explicó la futbolista afgana.
La posibilidad de vivir
En noviembre de 2021, Kim Kardashianm junto al rabino Moshe Margeretten, fundador de la Asociación Tzedek, y el Leeds United, unieron esfuerzos para rentar un avión en el que viajaron, de Pakistán a Londres, 30 futbolistas afganas de entre 13 y 19 años de edad. Junto a las jugadoras viajaron sus familias, por lo que un total de 130 personas pudieron escapar del régimen talibán.
¿Talibán?
El 15 de agosto de 2021, los militantes talibanes retomaron el control de Kabul, la capital de Afganistán. Esto ocurrió dos décadas después de que las tropas estadounidenses y sus aliados intervinieran en esa nación. Este hecho generó una nueva ola de violencia en contra de las mujeres afganas que crecieron y obtuvieron derechos después del derrocamiento talibán.
Es un movimiento político y paramilitar afgano de ideología fundamentalista islámica. Son suníes y, en su mayoría, de etnia pastún. Se caracterizan por profesar el islamismo ultraconservador, es decir, son partidarios de aplicar de forma radical los principios del islam en los ámbitos político, legal y social. El término “talibán” proviene del pastún ṭālib, que significa “estudiante”.
Tienen una visión estricta de la vida musulmana, así que, abiertamente, buscan combatir la influencia de los valores occidentales. Los talibanes surgieron en 1994, durante la Guerra Civil Afgana (1991 a 2001). y fue en 1996 cuando tomaron el control de Kabul, la capital de Afganistán. De esa manera, terminaron por apoderarse de prácticamente toda la nación, además, fundaron el Emirato Islámico de Afganistán.
El nombre “talibán”, está relacionado con los orígenes del movimiento, surgido en las madrasas paquistaníes, financiadas por Arabia Saudita, en las que estudiaron los refugiados afganos que fundaron el grupo.
Cinco años después de haber tomado el control, en 2001, Estados Unidos y sus aliados de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) intervinieron el país para derrocarlos. Desde ese momento hasta ahora, los militantes talibanes libraron guerra de guerrillas contra el gobierno afgano. Pero ahora, retomaron el poder. La invasión a Afganistán fue parte de la “Guerra contra el terror” declarada por el expresidente estadounidense George W. Bush después de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Un acuerdo de paz que generó una guerra
Sin embargo, los talibanes pudieron derrocar al aparato gubernamental; todo inició el 29 de febrero de 2020, cuando durante el gobierno de Donald Trump, estos firmaron el Acuerdo para Traer la Paz a Afganistán (también conocido como Acuerdo de Doha). Éste fijó un plazo de 14 meses, desde su anuncio, para que paulatinamente iniciara la retirada de las tropas estadounidenses y sus aliados de la OTAN de Afganistán.
“Este acuerdo va a probar la sinceridad de los talibanes”, declaró A El País el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo. Y también les advirtió “que no canten victoria”, porque el pacto no significará nada si no cumplen su parte.
Entre otros puntos, en dicho Acuerdo, Estados Unidos se comprometió a levantar las sanciones que había impuesto sobre los líderes talibanes. A cambio, los talibanes se comprometían a no permitir que “que ninguno de sus miembros, ni otras personas o grupos, incluida al-Qaeda, usen el territorio afgano para amenazar la seguridad de Estados Unidos y sus aliados”.
Pasaron los meses y el plazo se cumplió. En su momento, Donald Trump y ahora, Joe Biden, repitieron un discurso en el que aseguraban que tras la retirada total de las tropas, serían las fuerzas de seguridad afganas las que tomarían el control. Sin embargo, no ocurrió así. Conforme las tropas se fueron retirando, las ciudades afganas fueron cayendo en manos de los talibanes. El gobierno terminó por colapsar e incluso el presidente Ashraf Ghani huyó al extranjero. ¿El motivo? Desde que los talibanes cayeron en 2001, jamás reconocieron el gobierno de Kabul.
De acuerdo a lo publicado por Susana George en The Washington Post en agosto de 2021: “Diversos mandos militares y policiales afganos aceptaron rendirse ante los talibanes a cambio de dinero, una vez que el Acuerdo de Doha dejó claro que la retirada de las fuerzas de Estados Unidos era inminente”.
Días oscuros
A la escasez de comida, el evidente conflicto armado y el colapso gubernamental en el que se encuentra sumido Afganistán, hay otro temor. El regreso (obligado) de las mujeres a la oscuridad por parte de los talibanes.
“La vida” entre 1996 a 2001, bajo el régimen talibán, obligó a las mujeres a usar un traje en que les cubriera todo el cuerpo, conocido como burka, siempre que quisieran salir a un sitio público, al que tampoco podían ir sin ir acompañadas por un hombre. También se restringió la educación para las niñas mayores de 10 años y tampoco se les permitía trabajar. Los compromisos matrimonios arreglados, sin que la mujer pudiera elegir, se normalizaron. Además de imponer castigos brutales, incluidas ejecuciones, lapidaciones, apedrear y latigazos en plazas públicas.
“No sé cómo será nuestro futuro. Esto me ha hecho perder la esperanza. Estoy buscando una manera de salir de Afganistán porque no hay esperanza para las mujeres”, comentó una mujer que no se identificó para la BBC en agosto de 2021.